Antropología
Filosófica
Tema
10: La Felicidad y el sentido de la vida
Referencias bibliográficas:
Yepes-Aranguren, Fundamentos de Antropología, EUNSA, cap
8
1. Sentido y
sinsentido de la vida:
Camus: “Juzgar si la vida vale o no la
pena ser vivida es responder a la
cuestión fundamental de la filosofía”
Si la vida vale o no la pena ser vivida
-
El
hombre es un ser que se pregunta
El hombre es un ser que puede separarse de la mera satisfacción de sus
necesidades biológicas, de la respuesta reactiva a los estímulos que recibe y contemplarse
a sí mismo “en medio” del mundo como sujeto de la existencia que no es la de lo
que le rodea y
Preguntarse: Quién es - Qué hace - Por qué - Para qué - Para quién
- Cuál es la razón de su propio existir
-
El
hombre es un ser que se hace preguntas y no le son indiferentes las respuestas,
pues de su contenido depende su vida.
-
Plantearse
la pregunta por el SENTIDO DE LA VIDA es también plantear su finalidad: el fin
último de nuestras acciones y de nuestro vivir.
-
Plantear
el sentido de la vida en el que adquieren valor los actos singulares, es buscar
la FELICIDAD o grado de plenitud que cabe esperar al hombre.
-
Al ser
humano no le basta con vivir, nivel biológico ( mera supervivencia)
¹
Nivel
biográfico (encontrar un sentido a la vida: saber si se está dignificando o
malogrando)
·
Fin y
sentido de la vida:
Hay actitudes en el hombre que indican que
tiene que existir un fin de la vida humana:
a)
Tendencia
natural a la felicidad, es
Aristóteles quien nos dice que todos queremos ser felices y nadie quiere
amargarse la vida. Aunque no sea fácil saber en qué consiste la felicidad.
b)
la
libertad es innata. Está
destinada a algo, debemos usarla. Tenemos que vivir por algo y para algo. La
voluntad tiende al bien, las cosas nos atraen o nos repelen.
c)
Fin
de las acciones, no puede
haber nada que no tenga un fin, no es lo mismo hacer que no hacer, hacer esto o
no hacerlo.
En conclusión: La vida debe tener sentido,
que logramos actuando, pues la felicidad
es algo que se conquista.
La Filosofía contemporánea y la carencia de valores objetivos, Nietzsche es uno de los autores
característicos de esta postura, afirma la voluntad de poder que consiste en
proponerse metas cada vez más altas y sólo sobrevive el superhombre capaz de
conseguirlas, frente al hombre débil. Como nihilista dice que hay que amar la
nada para siempre, puesto que no hay valores objetivos. Dios, que podría dar
sentido a los valores, ha muerto. La vida carece de sentido en sí misma. Afirma
pues los contravalores.
Sartre es otro representante de este nihilismo, afirma la
autorrealización en el hombre, sabiendo que cada persona no posee esencia sino
existencia, por eso debe hacerse un proyecto. Pero el hombre es una pasión
inútil, puede dar sentido a su vida pero esta acaba con la muerte, está abocado
a la nada.
- Sentido de una existencia personal
La persona se reconoce como ALGUIEN, no algo.
La persona es un yo, realidad única e irrepetible, e
insustituible en su identidad.
Es un yo dotado de intimidad.
-
En la
persona humana cabe distinguir dos dimensiones radicales, su ser y su obrar.
El ser según el cual está constituida la persona es el de un sujeto, el sujeto
de su propio existir. No es una simple parte de otra cosa, la colectividad
o la naturaleza. Es un ser irreductible a otro cuya identidad irrepetible se
acentúa por ser también sujeto de su obrar.
La vida del hombre no se agota en sus expectativas biológicas, en la
satisfacción de sus necesidades orgánicas, sino que desborda las posibilidades
de la materia y de la vida biológica mediante la apertura racional al ser y sus
manifestaciones: la verdad, la bondad, la belleza. Mediante su racionalidad
se abre a la realidad, mediante sus dimensiones más características: el
conocimiento intelectual –apertura al ser y a la verdad-, la libertad –apertura
al bien-, la sociabilidad –apertura a las demás personas- y la trascendencia
–apertura a un sentido y fundamento último-.
Se llama aquí trascendencia a la conciencia de la ordenación de
la propia existencia a un fin último de plenitud, sentido de la propia vida es
un ansia de felicidad.
-
Conclusión
Cada persona ha de alcanzar la felicidad y
ha de hacerlo amando, según su naturaleza.
La felicidad es una meta para toda la vida, no es algo que se logre en
un momento determinado. Se trata de una praxis, de una acción que perfecciona a
quien la realiza. Se es feliz y se ha sido feliz, el futuro no está garantizado, se conquista
en cada momento. No depende de las circunstancias externas, sino de la actitud
que mantengamos cada uno ante los demás.
·
La
felicidad. Características y dimensiones:
Características:
Es bueno conocer cómo se logra la felicidad:
a)
Por ser
persona, el hombre está hecho para amar, para compartir su
intimidad.
b)
Reconocer
la dignidad del ser amado. El
conocimiento verdadero de cada persona lleva a tratarla como quien es, mujer,
marido, hijos, etc.
c)
La meta
de la persona no es la autorrealización,
porque al nacer ya somos persona con una dignidad que nadie puede desconocer.
La libertad no está destinada a la autorrealización, sino a un crecimiento
ilimitado.
d)
La
felicidad pues consiste en la benevolencia
universal, querer el bien para todos. El hombre está abierto al mundo,
lo perfecciona y mejora y también a los demás.
2.
Finitud de la
persona humana - Sentido del dolor[1]
- Pensar en el origen y sentido de la vida humana nos lleva ver que nuestra vida tiene un carácter finito, limitado. Desde el punto de vista temporal –no hemos vivido siempre-, existencial –yo no he decidido vivir- y en relación al modo de ser –nadie se da a sí mismo el ser-. Esta finitud queda patente ante la muerte, donde se que la vida se escapa por completo al control del hombre. La muerte se anuncia a través del dolor y de la enfermedad, que muestran la imperfección del hombre y son avisos del carácter limitado y contingente de la persona.
Sin embargo la
finitud puede abrirnos a la infinitud y a la trascendencia de Dios. Por eso la
muerte puede servir para conocer un aspecto esencial de la persona: su carácter
creatural.
- Es un hecho que sobreviene en el hombre el dolor y el sufrimiento y desaparece la alegría, todo parece destinado a fracasar y el mal, el llanto y la enfermedad despliegan sus alas sobre nosotros.
Dolor, abandono,
falta de sentido y de razones para luchar por el bien, por la excelencia que
buscamos, por la sonrisa, en esta inestabilidad por la que transcurre nuestra
existencia. Nuestro reto va a ser si el dolor tiene la última palabra.
- ¿Por qué el dolor? Esta pregunta que tortura a muchos y les lleva a entender que carece de respuesta. De momento se puede afirmar que el dolor existe porque somos vivientes, puesto que la psicología de todo ser vivo explica que se siente atraído por el bien y, por tanto, estar molesto y con dolor supone un mal.
El hombre
doliente, al hacer suyo el dolor físico, lo interioriza y lo convierte en
sufrimiento, que es una situación con la que el hombre se encuentra antes o
después. Si se considera que la salud y la enfermedad son dos etapas sucesivas
en las que casi toda vida humana se compone. La enfermedad es un estado
intermedio entre la salud y la muerte, de modo que se puede afirmar que la
enfermedad es un modo doloroso y anómalo de la vida de la persona. Es una
alteración.
- El sentido del dolor: En nuestra cultura el dolor es un dis-valor, no tenemos motivos para soportarlo, sino medios técnicos para combatirlo. Caemos en una trampa si pensamos que podemos erradicarlo. Somos débiles, más aún se comprueba en una sociedad donde la máxima felicidad es el bienestar, por ello en ocasiones se ve, como única salida, dejar de existir. Si en nuestra sociedad no cabe el sufrimiento tampoco cabe el enfermo.[2]
Ante esto surgen
las preguntas ¿Qué sentido tiene el dolor? ¿Sirve para algo? ¿Puedo hacer otra
cosa que huir de él?
Como respuesta
hay que considerar, en primer lugar, que hay que aceptarlo como momento
dramático de nuestra existencia. Asumirlo de modo que quien acepta esa
situación se puede decir que sube más alto, convierte el hecho doloroso en la
tarea de reorganizar la propia vida contando con esa situación nueva que se ha
hecho presente dentro de nosotros. De ahí que sufrir se puede transformar en
una actitud de aceptación y en una tarea libremente asumida y eso nos lleva a
madurar.
Además no se
puede separar esa aceptación de la cierta elevación o purificación
consiguiente. El hombre doliente experimenta más que los demás su finitud, el
dolor realiza, en nosotros, una purificación corporal y espiritual. Incluso,
ante él, relativizamos la necesidad de satisfacciones y necesidades que
podríamos creer como irrenunciables.
Vistas estas
actitudes, se puede llegar al verdadero sentido del dolor, puedo afrontarlo si
sufro por un algo o por alguien. El sufrimiento dotado de sentido apunta más
allá de sí mismo, remite a una causa por
la que padecemos. El cristianismo aporta mucha luz aquí porque, con el
escándalo de la Cruz, nos hace contemplar la vida de Cristo perfecto hombre.
Esto quiere
decir que el sentido del dolor es el motivo y el fin por el que aceptamos
padecerlo. El sentido del dolor es consecuencia del sentido de la vida que cada
uno tenga. Nietzsche, citado en el Hombre
en busca de sentido de Victor Frankl,
aporta un significado al decir “Cuando el hombre tiene un sentido para
vivir, puede soportar cualquier como”
Claramente caben
distintas actitudes ante el dolor y sufrimiento, como finalidad última de la
tarea de vivir; obsesión por la comodidad y bienestar en el carpe diem en una actitud estoica y, por
último, una visión negativa y fatalista.