29 de abril de 2017

T 10 - Finitud y trascendencia de la persona humana

Antropología Filosófica
Tema 10: La Felicidad y el sentido de la vida
Referencias bibliográficas:
Yepes-Aranguren, Fundamentos de Antropología, EUNSA, cap 8

1.      Sentido y sinsentido de la vida:


Camus: “Juzgar si la vida vale o no la pena ser vivida es responder  a la cuestión fundamental de la filosofía”

Si la vida vale o no la pena ser vivida


-          El hombre es un ser que se pregunta
El hombre es un ser que puede separarse de la mera satisfacción de sus necesidades biológicas, de la respuesta reactiva a los estímulos que recibe y contemplarse a sí mismo “en medio” del mundo como sujeto de la existencia que no es la de lo que le rodea y
Preguntarse:  Quién es   - Qué hace - Por qué - Para qué - Para quién - Cuál es la razón de su propio existir
-          El hombre es un ser que se hace preguntas y no le son indiferentes las respuestas, pues de su contenido depende su vida.
-          Plantearse la pregunta por el SENTIDO DE LA VIDA es también plantear su finalidad: el fin último de nuestras acciones y de nuestro vivir.
-          Plantear el sentido de la vida en el que adquieren valor los actos singulares, es buscar la FELICIDAD o grado de plenitud que cabe esperar al hombre.
-          Al ser humano no le basta con vivir, nivel biológico ( mera supervivencia)
¹        Nivel biográfico (encontrar un sentido a la vida: saber si se está dignificando o malogrando)

·         Fin y sentido de la vida:
  Hay actitudes en el hombre que indican que tiene que existir un fin de la vida humana:
a)      Tendencia natural a la felicidad, es Aristóteles quien nos dice que todos queremos ser felices y nadie quiere amargarse la vida. Aunque no sea fácil saber en qué consiste la felicidad.
b)      la libertad es innata. Está destinada a algo, debemos usarla. Tenemos que vivir por algo y para algo. La voluntad tiende al bien, las cosas nos atraen o nos repelen.
c)       Fin de las acciones, no puede haber nada que no tenga un fin, no es lo mismo hacer que no hacer, hacer esto o no hacerlo.

En conclusión: La vida debe tener sentido, que  logramos actuando, pues la felicidad es algo que se conquista.

La Filosofía contemporánea y la carencia de valores objetivos, Nietzsche es uno de los autores característicos de esta postura, afirma la voluntad de poder que consiste en proponerse metas cada vez más altas y sólo sobrevive el superhombre capaz de conseguirlas, frente al hombre débil. Como nihilista dice que hay que amar la nada para siempre, puesto que no hay valores objetivos. Dios, que podría dar sentido a los valores, ha muerto. La vida carece de sentido en sí misma. Afirma pues los contravalores.
Sartre es otro representante de este nihilismo, afirma la autorrealización en el hombre, sabiendo que cada persona no posee esencia sino existencia, por eso debe hacerse un proyecto. Pero el hombre es una pasión inútil, puede dar sentido a su vida pero esta acaba con la muerte, está abocado a la nada.
  • Sentido de una existencia personal
La persona se reconoce como ALGUIEN, no algo.
La persona es un yo, realidad única e irrepetible, e insustituible en su identidad.
Es un yo dotado de intimidad.
-          En la persona humana cabe distinguir dos dimensiones radicales, su ser y su obrar. El ser según el cual está constituida la persona es el de un sujeto, el sujeto de su propio existir. No es una simple parte de otra cosa, la colectividad o la naturaleza. Es un ser irreductible a otro cuya identidad irrepetible se acentúa por ser también sujeto de su obrar.
La vida del hombre no se agota en sus expectativas biológicas, en la satisfacción de sus necesidades orgánicas, sino que desborda las posibilidades de la materia y de la vida biológica mediante la apertura racional al ser y sus manifestaciones: la verdad, la bondad, la belleza. Mediante su racionalidad se abre a la realidad, mediante sus dimensiones más características: el conocimiento intelectual –apertura al ser y a la verdad-, la libertad –apertura al bien-, la sociabilidad –apertura a las demás personas- y la trascendencia –apertura a un sentido y fundamento último-.
Se llama aquí trascendencia a la conciencia de la ordenación de la propia existencia a un fin último de plenitud, sentido de la propia vida es un ansia de felicidad.
-          Conclusión
Cada persona ha de alcanzar la felicidad y ha de hacerlo amando, según su naturaleza.
La felicidad es una meta para toda la vida, no es algo que se logre en un momento determinado. Se trata de una praxis, de una acción que perfecciona a quien la realiza. Se es feliz y se ha sido feliz,  el futuro no está garantizado, se conquista en cada momento. No depende de las circunstancias externas, sino de la actitud que mantengamos cada uno ante los demás.
·         La felicidad. Características y dimensiones:
Características:
Es bueno conocer cómo se logra la felicidad:
a)      Por ser persona, el hombre está hecho para amar, para compartir su intimidad.
b)      Reconocer la dignidad del ser amado. El conocimiento verdadero de cada persona lleva a tratarla como quien es, mujer, marido, hijos, etc.
c)       La meta de la persona no es la autorrealización, porque al nacer ya somos persona con una dignidad que nadie puede desconocer. La libertad no está destinada a la autorrealización, sino a un crecimiento ilimitado.
d)      La felicidad pues consiste en la benevolencia universal, querer el bien para todos. El hombre está abierto al mundo, lo perfecciona y mejora y también a los demás.

2.     Finitud de la persona humana - Sentido del dolor[1]

  • Pensar en el origen y sentido de la vida humana nos lleva ver que nuestra vida tiene un carácter finito, limitado. Desde el punto de vista temporal –no hemos vivido siempre-, existencial –yo no he decidido vivir- y en relación al modo de ser –nadie se da a sí mismo el ser-. Esta finitud queda patente ante la muerte, donde se que la vida se escapa por completo al control del hombre. La muerte se anuncia a través del dolor y de la enfermedad, que muestran la imperfección del hombre y son avisos del carácter limitado y contingente de la persona.
Sin embargo la finitud puede abrirnos a la infinitud y a la trascendencia de Dios. Por eso la muerte puede servir para conocer un aspecto esencial de la persona: su carácter creatural.
  • Es un hecho que sobreviene en el hombre el dolor y el sufrimiento y desaparece la alegría, todo parece destinado a fracasar y el mal, el llanto y la enfermedad despliegan sus alas sobre nosotros.
Dolor, abandono, falta de sentido y de razones para luchar por el bien, por la excelencia que buscamos, por la sonrisa, en esta inestabilidad por la que transcurre nuestra existencia. Nuestro reto va a ser si el dolor tiene la última palabra.
  • ¿Por qué el dolor? Esta pregunta que tortura a muchos y les lleva a entender que carece de respuesta. De momento se puede afirmar que el dolor existe porque somos vivientes, puesto que la psicología de todo ser vivo explica que se siente atraído por el bien y, por tanto, estar molesto y con dolor supone un mal.
El hombre doliente, al hacer suyo el dolor físico, lo interioriza y lo convierte en sufrimiento, que es una situación con la que el hombre se encuentra antes o después. Si se considera que la salud y la enfermedad son dos etapas sucesivas en las que casi toda vida humana se compone. La enfermedad es un estado intermedio entre la salud y la muerte, de modo que se puede afirmar que la enfermedad es un modo doloroso y anómalo de la vida de la persona. Es una alteración.
  • El sentido del dolor: En nuestra cultura el dolor es un dis-valor, no tenemos motivos para soportarlo, sino medios técnicos para combatirlo. Caemos en una trampa si pensamos que podemos erradicarlo. Somos débiles, más aún se comprueba en una sociedad donde la máxima felicidad es el bienestar, por ello en ocasiones se ve, como única salida, dejar de existir. Si en nuestra sociedad no cabe el sufrimiento tampoco cabe el enfermo.[2]
Ante esto surgen las preguntas ¿Qué sentido tiene el dolor? ¿Sirve para algo? ¿Puedo hacer otra cosa que huir de él?
Como respuesta hay que considerar, en primer lugar, que hay que aceptarlo como momento dramático de nuestra existencia. Asumirlo de modo que quien acepta esa situación se puede decir que sube más alto, convierte el hecho doloroso en la tarea de reorganizar la propia vida contando con esa situación nueva que se ha hecho presente dentro de nosotros. De ahí que sufrir se puede transformar en una actitud de aceptación y en una tarea libremente asumida y eso nos lleva a madurar.
Además no se puede separar esa aceptación de la cierta elevación o purificación consiguiente. El hombre doliente experimenta más que los demás su finitud, el dolor realiza, en nosotros, una purificación corporal y espiritual. Incluso, ante él, relativizamos la necesidad de satisfacciones y necesidades que podríamos creer como irrenunciables.
Vistas estas actitudes, se puede llegar al verdadero sentido del dolor, puedo afrontarlo si sufro por un algo o por alguien. El sufrimiento dotado de sentido apunta más allá de sí  mismo, remite a una causa por la que padecemos. El cristianismo aporta mucha luz aquí porque, con el escándalo de la Cruz, nos hace contemplar la vida de Cristo perfecto hombre.
Esto quiere decir que el sentido del dolor es el motivo y el fin por el que aceptamos padecerlo. El sentido del dolor es consecuencia del sentido de la vida que cada uno tenga. Nietzsche, citado en el Hombre en busca de sentido de Victor Frankl,  aporta un significado al decir “Cuando el hombre tiene un sentido para vivir, puede soportar cualquier como”
Claramente caben distintas actitudes ante el dolor y sufrimiento, como finalidad última de la tarea de vivir; obsesión por la comodidad y bienestar en el carpe diem en una actitud estoica y, por último, una visión negativa y fatalista.




[1] Cfr Fundamentos antropología, Yepes-Aranguren, cap 16 y Antropología Filosófica, JA Gª Cuadrado, cap 14

[2] Sobre la marcha, Luis de Moya. EDIBESA 1996, citado en Fundamentos antropología, Yepes-Aranguren, cap 16