Antropología
Filosófica
Tema
8: Sexualidad. Matrimonio y familia
Recursos
y materiales: PP La familia
Texto Ruiz Retegui La
sexualidad como donación, Deontología
Biológica
Texto Jutta Burgraf, La
cuestión del género
Referencias bibliográficas:
Yepes-Aranguren, Fundamentos
de Antropología, EUNSA, cap 10
1.
Ser varón y ser mujer:
- Comunión hombre y
mujer:
q El
hombre fue creado por Dios a su imagen, pero no lo creó solo, sino hombre y
mujer, expresión primera de la comunión de personas humanas, es un ser social
–se verá más adelante- que no puede vivir ni desplegar sus cualidades sin
relacionarse con los demás.
q Ser
varón y ser mujer: las personas humanas tienen en común los mismos derechos y
deberes, idénticas capacidades naturales, una similar intimidad inteligente y
libre, y las mismas notas, con las que se han descrito el carácter personal de
la vida humana. Además todas las personas humanas son varones o mujeres. Ser
varón o mujer no es, por tanto, algo añadido, separado de lo demás, sino un modo de ser, de estar, de comportarse.
Efectivamente la condición de hombre o mujer inscrita en la persona humana lo
está en todo su ser. Sería difícil encontrar una dimensión humana, desde las
más espirituales, anímicas o psicológicas, hasta las más materiales o
fisiológicas, que no estuviera marcada por la sexualidad propia de una persona[1].
q Los
caracteres diferenciales entre hombre y mujer están inscritos en el conjunto de
la persona humana:
q El
género[2]
radica en una determinada configuración cromosómica y por tanto genética, y en
este nivel se encuentra la explicación del origen biológico de la diferenciación sexual.
q Diferenciación
de los órganos corporales destinados
a la reproducción sexual, presente en la escala zoológica, y que lleva a unas funciones
biológicas diferentes según los sexos, en la procreación, gestación y
alimentación de las crias. En el hombre la diferenciación corporal afecta
también a una distinta morfología anatómica y corporal, que se completa con
rasgos psicológicos y cognitivos. Ser varón o mujer no es ser macho o hembra:
la sexualidad del hombre no atañe sólo al cuerpo, sino también al espíritu,
puesto que ambos pertenecen a la unidad de la persona.
q La
sexualidad humana, a diferencia del animal, modula también la psicología y la vida intelectual: varones y mujeres tenemos diferencias que
afectan al modo de ser, de pensar, de comportarse, de ver las cosas, de estar
en el mundo. Se habla de complementariedad,
de diferencia y, por tanto, de armonía
entre varón y mujer. Esta diversidad es el origen de un enriquecimiento mutuo.
q Actualmente
se habla de complementariedad, de
diferencia y, por tanto, de armonía entre varón y mujer. Cuando se trata de
lograr una igualdad entre el hombre y la mujer, se respeta, al mismo tiempo, la
diferencia de unos rasgos y otros y se busca la complementariedad. La armonía
de los sexos no se restringe al ámbito de la vida sexual, sino que es una
verdadera necesidad de comunicación y de entendimiento entre las dos mitades de
la humanidad. De esta armonía depende la de la familia, las instituciones y la
sociedad entera.
2.
Matrimonio y Familia:
·
Matrimonio:
El amor
conyugal funda la vida común de los amantes. Como consecuencia de la condición
dialógica y social de la persona, a través de la sexualidad, se realiza una
comunidad conyugal y familiar.
Esta comunidad
no queda fundada hasta que los amantes lo deciden voluntaria y libremente.
Varón y mujer deciden entregarse recíprocamente
todo su ser y todo su poder ser en cuanto a su masculinidad y feminidad.
Comprometen su amor conyugal total, presente y futuro y a ese compromiso se le
llama matrimonio.
Por tanto el
matrimonio natural es la decisión de compromiso entre los cónyuges, pero no es
la formalidad legal o burocrática, sino fruto de la decisión libre. Quien no
sabe comprometerse no puede constituir esta unión.
Al acto de
expresar el sí se le llama alianza matrimonial o pacto conyugal que tiene como
efecto que lo que antes era un amor gratuito, ahora es una deuda debida al otro
cónyuge. Por eso depende de la virtud de la justicia, de modo que, después de
casarse, quererse el uno al otro ya no es renunciable sin faltar a la justicia.
Esta deuda es lo que se llama vínculo matrimonial, que no es otra cosa que la
deuda de la entrega mutua de los esposos, antes amantes.
La
complementariedad entre el ser masculino
y femenino es el objeto del casamiento. De ahí que se puede distinguir entre el
pacto conyugal (la boda) y el matrimonio propiamente dicho, vínculo nacido del
pacto. El “sí” es importante como consentimiento, sin él no hay matrimonio y
ese “sí” se asume para la totalidad del amor conyugal. El pacto matrimonial es
el acto de la voluntad por el que varón y mujer se dan y aceptan plena,
perpetua y exclusivamente en todo lo que concierne a esa unión de vida
orientada al bien de los esposos y a la generación y educación de los hijos.
Este consentimiento debe darse entre personas capaces y ha de manifestarse en
forma legítima. Así queda establecida la primera comunidad conyugal en la que
marido y mujer son una sola carne.
·
Fecundidad:
Es uno de los
fines del matrimonio, se entiende en relación a la donación de los dos
cónyuges. La unión propia del matrimonio supone la entrega del cuerpo a una
persona del otro sexo y que pueda ser fecunda y nazca un hijo de esa unión.
La corporalidad
expresa la unión de los amantes y, a la vez, hace posible la formación de la
vida humana. El valor de la sexualidad reside en esta donación de la persona,
en ella se expresa la donación amorosa. Está, por tanto, abierta a la fecundidad.
Por eso si se
despoja este sentido de la sexualidad de la donación, o bien no abierta a la
fecundidad o ejerciendo la sexualidad fuera del eros se deshumaniza la persona.
La sexualidad mediante la que hombre y mujer se dan el uno a l otro, con los actos
propios y exclusivos de los esposos, no es algo puramente biológico, sino que
afecta al núcleo íntimo de la persona humana en cuanto tal.
·
La Familia:
El sexo no es
un instinto que produce una institución. Es algo positivo y no negativo, noble
y no ruin, creador y no destructor. La institución de la familia tiene ciertos
aspectos que no son solo sexuales. El sexo es solo la puerta de la casa.
El matrimonio
cumple una doble función, reconocer, proteger y hacer posible y estable la
unión de los esposos y asegurar la supervivencia y crianza de los hijos. Sin
familia el hombre no es viable, ni siquiera biológicamente. Una mujer
embarazada, un bebé, un anciano … necesitan un hogar, una familia donde poder
existir, amar y ser amados.
La familia es
el lugar donde quedan más profundamente grabados los valores en el espíritu de
sus miembros.[3]
Se presenta la familia célula original de la
vida social. Tal y
como se ha visto anteriormente, la filosofía griega define al hombre como ser
social por naturaleza, de ahí que el hombre no es un ser solitario y tiene su
origen en la genealogía familiar. “La
vida de familia es iniciación a la vida en sociedad.”[4]
Si las
familias no se aíslan, surge una organización superior. El hombre es también
naturalmente social más allá de la familia, es naturalmente social-civil o
ciudadano, como ya explicaba Aristóteles y hemos visto antes.
El modo de ser
propio de la familia -de orden ontológico – es la base de la sociedad civil. El
hombre, que no es un ser solitario, es preparado desde la familia para
constituir otra familia.[5]
La antropología filosófica
nos muestra que el sexo es un instinto que produce una institución, la familia.
Esto es positivo y no negativo, creador y no destructor. El sexo es la puerta
de la casa, pero la casa es más grande.
El hombre es un ser familiar,
precisamente porque nace y muere indefenso, sin recursos, desprotegido, niño.[6]
Viene al hilo la intervención del
Papa Francisco en Guayaquil (Ecuador) en 2015: “la familia es el hospital más
cercano, la primera escuela de los niños, el grupo de referencia imprescindible
para los jóvenes, el mejor asilo para los ancianos”.
Y continúa “La familia constituye la gran riqueza social,
que otras instituciones no pueden sustituir, que debe ser ayudada y potenciada,
para no perder nunca el justo sentido de los servicios que la sociedad presta a
los ciudadanos. En efecto, estos no
son una forma de limosna, sino una verdadera deuda social respecto a la
institución familiar, que es la base y que tanto aporta al bien común de
todos”
- Función y responsabilidad social de la
familia:
El ideal para superar los dos
extremos de individualismo y colectivismo es la interacción entre familia y
sociedad, que debería ser de apoyo
recíproco[7]. La sociedad puede favorecer mucho el
desarrollo adecuado de la familia; y la familia, por su parte, puede contribuir
decisivamente a la construcción de una sociedad estructurada, solidaria y rica
en humanidad.
En esta perspectiva se
comprende que la familia no puede ni debe cerrarse sobre sí misma, en sentido
defensivo, porque dejaría de cumplir su papel y función insustituible para
lograr el bien de la sociedad y, a la vez, se empobrecería en su propio bien
familiar[8]
Es San Juan Pablo II quien
insiste en que las familias deben ser protagonistas en la llamada “política
familiar” y asumir la responsabilidad de cambiar la sociedad.
Una visión optimista y
alentadora, frente a los desafíos que presenta la situación de la familia hoy,
es la que aporta el Papa Francisco al final del cap. 2 de la exhortación apostólica
Amoris Laetitiae:
“Doy gracias a Dios porque muchas
familias, que están lejos de considerarse perfectas, viven en el amor, realizan
su vocación y siguen adelante, aunque caigan muchas veces a lo largo del
camino. A partir de las reflexiones sinodales no queda un estereotipo de la
familia ideal, sino un interpelante «collage» formado por tantas realidades
diferentes, colmadas de gozos, dramas y sueños. Las realidades que nos
preocupan son desafíos. No caigamos en la trampa de desgastarnos en lamentos
autodefensivos, en lugar de despertar una creatividad misionera. En todas las
situaciones, «la Iglesia siente la necesidad de decir una palabra de verdad y
de esperanza […] Los grandes valores del matrimonio y de la familia cristiana
corresponden a la búsqueda que impregna la existencia humana ». Si constatamos
muchas dificultades, ellas son —como dijeron los Obispos de Colombia— un
llamado a «liberar en nosotros las energías de la esperanza traduciéndolas en
sueños proféticos, acciones transformadoras e imaginación de la caridad »
·
En la familia se inculcan valores
morales y se transmite patrimonio espiritual y cultural.
CDS-213 “En la familia se inculcan desde los
primeros años de vida los valores morales, se transmite el patrimonio
espiritual de la comunidad religiosa y el patrimonio cultural de la Nación. En
ella se aprenden las responsabilidades sociales y la solidaridad.”
Ser hijo da un pasado, una tradición que ayuda a conocer quiénes
somos, de ahí que la familia sea la comunidad en la que, desde la infancia, se
pueden aprender los valores morales, se comienza a honrar a Dios y a usar bien
de la libertad.[9] Además “La familia constituye un
medio natural para la iniciación del ser humano en la solidaridad y en las
responsabilidades comunitarias. Los padres deben enseñar a los hijos a
guardarse de los riesgos y las degradaciones que amenazan a las sociedades
humanas.”[10]
La familia unida y sana, a pesar
de las dificultades personales y del ambiente, es capaz de renovar, como
semilla, la visión apagada, desconfiada y triste que se ha hecho frecuente en
la cultura de hoy. El trato enamorado y fiel de los cónyuges entre sí, el modo
de educar a los hijos y de transmitir los valores y la fe, las relaciones entre
los diversos miembros de la familia, la capacidad de extender y crear un ámbito
de comprensión y unidad”[11]
·
Prioridad de la familia respecto a la
sociedad y al Estado
CDS – 214 “Ha de afirmarse la prioridad de la familia respecto
a la sociedad y al Estado. La
familia, al menos en su función procreativa, es la condición misma de la
existencia de aquéllos. En las demás funciones en pro de cada uno de sus
miembros, la familia precede, por su importancia y valor, a las funciones que
la sociedad y el Estado deben desempeñar.471La familia, sujeto
titular de derechos inviolables, encuentra su legitimación en la naturaleza
humana y no en el reconocimiento del Estado. La familia no está,
por lo tanto, en función de la sociedad y del Estado, sino que la sociedad y el
Estado están en función de la familia.”
Todo modelo social que busque el bien del hombre no puede
prescindir de la centralidad y de la responsabilidad social de la familia. La sociedad y el
Estado, en sus relaciones con la familia, tienen la obligación de atenerse al
principio de subsidiaridad, como se verá en otra clase.
La función social de las
familias está llamada a manifestarse también como intervención política, para
conseguir que las instituciones y las leyes no solo no perjudiquen a la
familia, sino que la favorezcan de modo justo y razonable.
Esto puede llevar, muchas
veces, por elementos de eficacia, a la asociación de familias para defender
legítimos intereses comunes y manifestar públicamente sus necesidades, así como
exigencias justas ante las autoridades públicas. No tanto como actividad de
partido, ni confesional, sino como
expresión solidaria de ciudadanos, creyentes o no, que persiguen una ayuda y
mejora al matrimonio, al bien común de toda la sociedad, por eso, la fuerza
social de las familias unidas puede ser decisiva en muchas materias.
La familia es
el factor clave en la transformación social, económica y política a largo
plazo. Ella posee una gran capacidad subutilizada de establecer concepciones y
organizaciones que determinen un mejor desempeño económico y político. Solo se
requiere tomarla en consideración para tales fines.
El modelo
social y económico funciona bajo principios contrarios a los que la familia
emplea para alcanzar sus fines. Superar esta contradicción exige cambios en el
modelo económico y social para aproximarlo a los fundamentos que rigen el buen
funcionamiento de la familia. En este sentido, una concepción política y
económica de la familia es un factor de transformación social, seguramente el
más importante que puede darse. La familia como sujeto histórico que determina
una sociedad más humana, sin que ello menoscabe su capacidad productiva, y sin
que esta degrade las condiciones de vida futuras.
Para avanzar
en el camino, es una exigencia necesaria que las políticas públicas valoren
obligatoriamente sus consecuencias sobre las familias, como primer paso, tomen
en consideración un segundo: cómo aumentar sus efectos positivos y eliminar o
compensar los negativos. Ninguna ley debería prosperar sin este requisito. Esta
es la base del nuevo enfoque para un desarrollo sostenible. [12]
[1]Fundamentos Antropología, Yepes y Aranguren EUNSA, cap. X,
pg. 200-202
[2] Ver artículo de Jutta Burgraf ¿Qué
significa género?
[3] Fundamentos de Antropología, Yepes y
Aranguren, EUNSA pg 215
[5] Id pg 75
[6] ibid
[7] Cfr Matrimonio y familia J. Miras y JI Bañares. Rialp, colección
Iniciación Teológica, Madrid 2007, cap XV
[8] Familiaris consortio, S.Juan Pablo II, recogido en Matrimonio y
familia, cap XV
[9] Catecismo Iglesia Católica n 2207
[10] CEC n 224
[11] Carta a las familias, n 13, San J.P. II, recogido en Matrimonio y
familia, cap XV
[12] Josep Miró y Ardevol, Mayo 2016 en www.forumlibertas