11 de junio de 2017

T 8 - Sexualidad, matrimonio y familia


Antropología Filosófica
Tema 8: Sexualidad. Matrimonio y familia
Recursos y materiales:  PP La familia
Texto Ruiz Retegui La sexualidad como donación,  Deontología Biológica
Texto Jutta Burgraf, La cuestión del género

Referencias bibliográficas:
Yepes-Aranguren, Fundamentos de Antropología, EUNSA, cap 10

1.      Ser varón y ser mujer:
  • Comunión hombre y mujer:
q  El hombre fue creado por Dios a su imagen, pero no lo creó solo, sino hombre y mujer, expresión primera de la comunión de personas humanas, es un ser social –se verá más adelante- que no puede vivir ni desplegar sus cualidades sin relacionarse con los demás.
q  Ser varón y ser mujer: las personas humanas tienen en común los mismos derechos y deberes, idénticas capacidades naturales, una similar intimidad inteligente y libre, y las mismas notas, con las que se han descrito el carácter personal de la vida humana. Además todas las personas humanas son varones o mujeres. Ser varón o mujer no es, por tanto, algo añadido, separado de lo demás, sino un modo de ser, de estar, de comportarse. Efectivamente la condición de hombre o mujer inscrita en la persona humana lo está en todo su ser. Sería difícil encontrar una dimensión humana, desde las más espirituales, anímicas o psicológicas, hasta las más materiales o fisiológicas, que no estuviera marcada por la sexualidad propia de una persona[1].

q  Los caracteres diferenciales entre hombre y mujer están inscritos en el conjunto de la persona humana:
q  El género[2] radica en una determinada configuración cromosómica y por tanto genética, y en este nivel se encuentra la explicación del origen biológico de la diferenciación sexual.
q  Diferenciación de los órganos corporales destinados a la reproducción sexual, presente en la escala zoológica, y que lleva a unas funciones biológicas diferentes según los sexos, en la procreación, gestación y alimentación de las crias. En el hombre la diferenciación corporal afecta también a una distinta morfología anatómica y corporal, que se completa con rasgos psicológicos y cognitivos. Ser varón o mujer no es ser macho o hembra: la sexualidad del hombre no atañe sólo al cuerpo, sino también al espíritu, puesto que ambos pertenecen a la unidad de la persona.
q  La sexualidad humana, a diferencia del animal, modula también la psicología y la vida intelectual: varones y mujeres tenemos diferencias que afectan al modo de ser, de pensar, de comportarse, de ver las cosas, de estar en el mundo. Se habla de complementariedad, de diferencia y, por tanto, de armonía entre varón y mujer. Esta diversidad es el origen de un enriquecimiento mutuo.
q  Actualmente se habla de complementariedad, de diferencia y, por tanto, de armonía entre varón y mujer. Cuando se trata de lograr una igualdad entre el hombre y la mujer, se respeta, al mismo tiempo, la diferencia de unos rasgos y otros y se busca la complementariedad. La armonía de los sexos no se restringe al ámbito de la vida sexual, sino que es una verdadera necesidad de comunicación y de entendimiento entre las dos mitades de la humanidad. De esta armonía depende la de la familia, las instituciones y la sociedad entera.

2.      Matrimonio y Familia: 
·         Matrimonio:
El amor conyugal funda la vida común de los amantes. Como consecuencia de la condición dialógica y social de la persona, a través de la sexualidad, se realiza una comunidad conyugal y familiar.
Esta comunidad no queda fundada hasta que los amantes lo deciden voluntaria y libremente. Varón y mujer deciden entregarse recíprocamente  todo su ser y todo su poder ser en cuanto a su masculinidad y feminidad. Comprometen su amor conyugal total, presente y futuro y a ese compromiso se le llama matrimonio.
Por tanto el matrimonio natural es la decisión de compromiso entre los cónyuges, pero no es la formalidad legal o burocrática, sino fruto de la decisión libre. Quien no sabe comprometerse no puede constituir esta unión.
Al acto de expresar el sí se le llama alianza matrimonial o pacto conyugal que tiene como efecto que lo que antes era un amor gratuito, ahora es una deuda debida al otro cónyuge. Por eso depende de la virtud de la justicia, de modo que, después de casarse, quererse el uno al otro ya no es renunciable sin faltar a la justicia. Esta deuda es lo que se llama vínculo matrimonial, que no es otra cosa que la deuda de la entrega mutua de los esposos, antes amantes.
La complementariedad entre el ser  masculino y femenino es el objeto del casamiento. De ahí que se puede distinguir entre el pacto conyugal (la boda) y el matrimonio propiamente dicho, vínculo nacido del pacto. El “sí” es importante como consentimiento, sin él no hay matrimonio y ese “sí” se asume para la totalidad del amor conyugal. El pacto matrimonial es el acto de la voluntad por el que varón y mujer se dan y aceptan plena, perpetua y exclusivamente en todo lo que concierne a esa unión de vida orientada al bien de los esposos y a la generación y educación de los hijos. Este consentimiento debe darse entre personas capaces y ha de manifestarse en forma legítima. Así queda establecida la primera comunidad conyugal en la que marido y mujer son una sola carne.
·         Fecundidad:
Es uno de los fines del matrimonio, se entiende en relación a la donación de los dos cónyuges. La unión propia del matrimonio supone la entrega del cuerpo a una persona del otro sexo y que pueda ser fecunda y nazca un hijo de esa unión.
La corporalidad expresa la unión de los amantes y, a la vez, hace posible la formación de la vida humana. El valor de la sexualidad reside en esta donación de la persona, en ella se expresa la donación amorosa. Está, por tanto, abierta a la fecundidad.
Por eso si se despoja este sentido de la sexualidad de la donación, o bien no abierta a la fecundidad o ejerciendo la sexualidad fuera del eros se deshumaniza la persona. La sexualidad mediante la que hombre y mujer se dan el uno a l otro, con los actos propios y exclusivos de los esposos, no es algo puramente biológico, sino que afecta al núcleo íntimo de la persona humana en cuanto tal.
·         La Familia:
El sexo no es un instinto que produce una institución. Es algo positivo y no negativo, noble y no ruin, creador y no destructor. La institución de la familia tiene ciertos aspectos que no son solo sexuales. El sexo es solo la puerta de la casa.
El matrimonio cumple una doble función, reconocer, proteger y hacer posible y estable la unión de los esposos y asegurar la supervivencia y crianza de los hijos. Sin familia el hombre no es viable, ni siquiera biológicamente. Una mujer embarazada, un bebé, un anciano … necesitan un hogar, una familia donde poder existir, amar y ser amados.
La familia es el lugar donde quedan más profundamente grabados los valores en el espíritu de sus miembros.[3]
Se presenta la familia  célula original de la vida social. Tal y como se ha visto anteriormente, la filosofía griega define al hombre como ser social por naturaleza, de ahí que el hombre no es un ser solitario y tiene su origen en la genealogía familiar.  “La vida de familia es iniciación a la vida en sociedad.”[4]
Si las familias no se aíslan, surge una organización superior. El hombre es también naturalmente social más allá de la familia, es naturalmente social-civil o ciudadano, como ya explicaba Aristóteles y hemos visto antes.
El modo de ser propio de la familia -de orden ontológico – es la base de la sociedad civil. El hombre, que no es un ser solitario, es preparado desde la familia para constituir otra familia.[5]
La antropología filosófica nos muestra que el sexo es un instinto que produce una institución, la familia. Esto es positivo y no negativo, creador y no destructor. El sexo es la puerta de la casa, pero la casa es más grande.
El hombre es un ser familiar, precisamente porque nace y muere indefenso, sin recursos, desprotegido, niño.[6]
Viene al hilo la intervención del Papa Francisco en Guayaquil (Ecuador) en 2015: “la familia es el hospital más cercano, la primera escuela de los niños, el grupo de referencia imprescindible para los jóvenes, el mejor asilo para los ancianos”.
Y continúa “La familia constituye la gran riqueza social, que otras instituciones no pueden sustituir, que debe ser ayudada y potenciada, para no perder nunca el justo sentido de los servicios que la sociedad presta a los ciudadanos. En efecto, estos no son una forma de limosna, sino una verdadera deuda social respecto a la institución familiar, que es la base y que tanto aporta al bien común de todos”
  • Función y responsabilidad social de la familia:
El ideal para superar los dos extremos de individualismo y colectivismo es la interacción entre familia y sociedad, que debería  ser de apoyo recíproco[7]. La sociedad puede favorecer mucho el desarrollo adecuado de la familia; y la familia, por su parte, puede contribuir decisivamente a la construcción de una sociedad estructurada, solidaria y rica en humanidad.
En esta perspectiva se comprende que la familia no puede ni debe cerrarse sobre sí misma, en sentido defensivo, porque dejaría de cumplir su papel y función insustituible para lograr el bien de la sociedad y, a la vez, se empobrecería en su propio bien familiar[8]
Es San Juan Pablo II quien insiste en que las familias deben ser protagonistas en la llamada “política familiar” y asumir la responsabilidad de cambiar la sociedad.
Una visión optimista y alentadora, frente a los desafíos que presenta la situación de la familia hoy, es la que aporta el Papa Francisco al final del cap. 2 de la exhortación apostólica Amoris Laetitiae:
“Doy gracias a Dios porque muchas familias, que están lejos de considerarse perfectas, viven en el amor, realizan su vocación y siguen adelante, aunque caigan muchas veces a lo largo del camino. A partir de las reflexiones sinodales no queda un estereotipo de la familia ideal, sino un interpelante «collage» formado por tantas realidades diferentes, colmadas de gozos, dramas y sueños. Las realidades que nos preocupan son desafíos. No caigamos en la trampa de desgastarnos en lamentos autodefensivos, en lugar de despertar una creatividad misionera. En todas las situaciones, «la Iglesia siente la necesidad de decir una palabra de verdad y de esperanza […] Los grandes valores del matrimonio y de la familia cristiana corresponden a la búsqueda que impregna la existencia humana ». Si constatamos muchas dificultades, ellas son —como dijeron los Obispos de Colombia— un llamado a «liberar en nosotros las energías de la esperanza traduciéndolas en sueños proféticos, acciones transformadoras e imaginación de la caridad »
·         En la familia se inculcan valores morales y se transmite patrimonio espiritual y cultural.
 CDS-213  “En la familia se inculcan desde los primeros años de vida los valores morales, se transmite el patrimonio espiritual de la comunidad religiosa y el patrimonio cultural de la Nación. En ella se aprenden las responsabilidades sociales y la solidaridad.”

Ser hijo da un pasado, una tradición que ayuda a conocer quiénes somos, de ahí que la familia sea la comunidad en la que, desde la infancia, se pueden aprender los valores morales, se comienza a honrar a Dios y a usar bien de la libertad.[9] Además La familia constituye un medio natural para la iniciación del ser humano en la solidaridad y en las responsabilidades comunitarias. Los padres deben enseñar a los hijos a guardarse de los riesgos y las degradaciones que amenazan a las sociedades humanas.”[10]
La familia unida y sana, a pesar de las dificultades personales y del ambiente, es capaz de renovar, como semilla, la visión apagada, desconfiada y triste que se ha hecho frecuente en la cultura de hoy. El trato enamorado y fiel de los cónyuges entre sí, el modo de educar a los hijos y de transmitir los valores y la fe, las relaciones entre los diversos miembros de la familia, la capacidad de extender y crear un ámbito de comprensión y unidad”[11]
·         Prioridad de la familia respecto a la sociedad y al Estado
CDS – 214Ha de afirmarse la prioridad de la familia respecto a la sociedad y al Estado. La familia, al menos en su función procreativa, es la condición misma de la existencia de aquéllos. En las demás funciones en pro de cada uno de sus miembros, la familia precede, por su importancia y valor, a las funciones que la sociedad y el Estado deben desempeñar.471La familia, sujeto titular de derechos inviolables, encuentra su legitimación en la naturaleza humana y no en el reconocimiento del Estado. La familia no está, por lo tanto, en función de la sociedad y del Estado, sino que la sociedad y el Estado están en función de la familia.”
Todo modelo social que busque el bien del hombre no puede prescindir de la centralidad y de la responsabilidad social de la familia. La sociedad y el Estado, en sus relaciones con la familia, tienen la obligación de atenerse al principio de subsidiaridad, como se verá en otra clase.
La función social de las familias está llamada a manifestarse también como intervención política, para conseguir que las instituciones y las leyes no solo no perjudiquen a la familia, sino que la favorezcan de modo justo y razonable.
Esto puede llevar, muchas veces, por elementos de eficacia, a la asociación de familias para defender legítimos intereses comunes y manifestar públicamente sus necesidades, así como exigencias justas ante las autoridades públicas. No tanto como actividad de partido, ni confesional,  sino como expresión solidaria de ciudadanos, creyentes o no, que persiguen una ayuda y mejora al matrimonio, al bien común de toda la sociedad, por eso, la fuerza social de las familias unidas puede ser decisiva en muchas materias.
La familia es el factor clave en la transformación social, económica y política a largo plazo. Ella posee una gran capacidad subutilizada de establecer concepciones y organizaciones que determinen un mejor desempeño económico y político. Solo se requiere tomarla en consideración para tales fines.
El modelo social y económico funciona bajo principios contrarios a los que la familia emplea para alcanzar sus fines. Superar esta contradicción exige cambios en el modelo económico y social para aproximarlo a los fundamentos que rigen el buen funcionamiento de la familia. En este sentido, una concepción política y económica de la familia es un factor de transformación social, seguramente el más importante que puede darse. La familia como sujeto histórico que determina una sociedad más humana, sin que ello menoscabe su capacidad productiva, y sin que esta degrade las condiciones de vida futuras.
Para avanzar en el camino, es una exigencia necesaria que las políticas públicas valoren obligatoriamente sus consecuencias sobre las familias, como primer paso, tomen en consideración un segundo: cómo aumentar sus efectos positivos y eliminar o compensar los negativos. Ninguna ley debería prosperar sin este requisito. Esta es la base del nuevo enfoque para un desarrollo sostenible. [12]







[1]Fundamentos Antropología, Yepes y Aranguren EUNSA, cap. X, pg. 200-202
[2] Ver artículo de Jutta Burgraf ¿Qué significa género?
[3] Fundamentos de Antropología, Yepes y Aranguren, EUNSA pg 215
[4] Fundamentos de Antropología Filosófica, Yepes y Aranguren, EUNSA, cap 10
[5] Id pg 75
[6] ibid
[7] Cfr Matrimonio y familia J. Miras y JI Bañares. Rialp, colección Iniciación Teológica, Madrid 2007, cap XV
[8] Familiaris consortio, S.Juan Pablo II, recogido en Matrimonio y familia, cap XV
[9] Catecismo Iglesia Católica n 2207
[10] CEC n 224
[11] Carta a las familias, n 13, San J.P. II, recogido en Matrimonio y familia, cap XV

[12] Josep Miró y Ardevol, Mayo 2016 en www.forumlibertas